domingo, 17 de abril de 2011

7 Capítulo - Mariposas de la noche

7 Capitulo - Mariposas de la noche

    Este es un libro de historias entrelazadas en forma de cuentos, Que ve la luz aquí por primera vez y se irá editando de forma Online, por este mismo medio.
Si quieres seguir la historia encontrarás cada semana el último capítulo en la última entrada del blog y los anteriores en las etiquetas del menú derecho de la página principal. También podrás dejar tus comentarios.

                                          PREFACIO

    A esas mujeres que hacen su metamorfosis de crisálida a mariposa tan solo para vengarse de un desengaño. Mis respetos.
    A esas mujeres que despliegan sus alas cada noche obligadas a cubrir  las necesidades de un hijo. Mis respetos
    A esas mujeres que decidieron volar de noche llevadas por sus  propias decisiones y placeres. Mis respetos.
    A todas esas mujeres, en general, que, por estas o diferentes razones trabajan en bares nocturnos, Vaya mi reconocimiento por la infinidad de veces que han prestado su oído para escuchar al atormentado, su mano para confortar al triste, su risa para alegrar una amargura y por último su cuerpo, donde muchos encontraron, quizás,  su único refugio.
      Y por si acaso, al leer estas páginas, alguna de ellas se reconoce a si misma o a alguna de sus compañeras, sepa que por razones obvias he cambiado todos los nombres. Pero todo lo demás no es simple casualidad.

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7 Capítulo - Mariposas de la noche



EN LAS TELAS DE UNA ARAÑA



      Los años iban dejando huellas en Mara, cobrándole el alto precio de su vida nocturna. Pero, bueno, tenía una hija, Marita, de quien preocuparse, y debía enfrentarse a todo sin ayuda de nadie por lo que, a no ser por los días en que su hijita estuvo enferma, nunca faltó a  su trabajo de alternadora.

     Un buen día noto que las arrugas  comenzaron a presentarse en su cara. Primero fue una línea fina alrededor de sus ojos, luego otras en la comisura de los labios y de a poco fueron  arando con surcos el liso de su frente. Dándole un aspecto mayor en años de los que en verdad tenía.

     Era como si una invisible y laboriosa araña entretejiera, con el marcado nerviosismo de sus patas, los primeros hilos de una finísima tela. Allí, muy por debajo de su piel. Por cada noche... la araña, abocada a su tarea, tejía un nuevo pedacito de la nueva tela...

   Su vida era rutinaria. Por la mañana llevaba a Marita al colegio. Lavaba la ropa, al regresar y hacía las compras. Más tarde retiraba a Marita. Cocinaba para las dos. Para culminar en el largo y merecido descanso de la tarde y por la noche de vuelta a la noche de copas.

    En esas largas tardes de siesta, su hijita jugaba, con una enorme variedad de juguetes que había podido comprar la trasnochada vida de su madre. Normalmente lo hacía sola, recurría a esa peculiar y fértil imaginación que tienen los niños para inventarse imaginarios y fieles compañeros de juegos. Así, el patio de su casa era de pronto: la verdulería, el almacén o la panadería donde hacía las compras su mamá.  Otras veces imitaba clases, aprendidas en el colegio, acompañándolas de palabras y gestos, mientras le acomodaba posturas a su muñeca preferida.
         Al crecer, Marita, fue cambiando esos inocentes juegos de muñecas por las cosas de mujer de la cartera de su madre. Así, el rouge y los cosméticos, hacían malogrados intentos de pintarle la cara  mientras  chancleteaba el patio con la dificultad forzada por unas negras sandalias de tacones altos, muchos números más grandes. Las mismas negras sandalias que por las noches recorrían, los rincones oscuros del boliche entre un cliente y el otro.

      Mientras, la araña tejía…

      El rostro de Mara seguía cambiando, como cambian las hojas, que resecas y amarronadas son arrancadas de los árboles por los vientos del otoño, quienes las empujan al paso de la gente en transitadas veredas, donde son pisoteadas para terminar fragmentadas y perdidas en  los acumulados montículos de la hojarasca.


      Marita, con el paso de los años se convirtió en mujer, Conoció un muchacho y como era propio de sus jóvenes años se enamoró. Al poco tiempo y a disgusto de Mara, se fue a vivir con él. No duró mucho la relación. Un buen día el muchacho la dejó por otra. Marita regresó con su madre, pero embarazada.

      La araña seguía tejiendo sus intrincados hilos…

    Ya Mara, con el peso de los años encima, se sentía vieja y cansada para seguir haciedose cargo de las tres.

      Así fue que Marita, ya madre también de una hijita, repitiendo la dramática broma de ese cruel destino que se entretiene creando laberintos en las vidas de algunas personas, cayó en la red de la misma araña.
    Por lo tanto, aquella que de chiquita imitaba a su madre, taconeando las descoloridas baldosas del patio de su infancia,  recorre ahora sus mismos pasos trabajando en la noche y en el mismo boliche.

      La cara de Mara tiene ya la suficiente cantidad de arrugas para que la araña, por fin, dé por terminada su obra. Pero empujada por su propia naturaleza, no habrá de tomarse ningún descanso…

      Ahora tiene un nuevo rostro para tejer...

                                                                                      NIDAEL DORÉ

Continuara...
Proximo capítulo el Domingo 24 de Abril de 2011
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