sábado, 23 de abril de 2011

8 Capitulo - Mariposas de la noche

8 Capitulo - Mariposas de la noche

    Este es un libro de historias entrelazadas en forma de cuentos, Que ve la luz aquí por primera vez y se irá editando de forma Online, por este mismo medio.
Si quieres seguir la historia encontrarás cada semana el último capítulo en la última entrada del blog y los anteriores en las etiquetas del menú derecho de la página principal. También podrás dejar tus comentarios.

                                          PREFACIO

    A esas mujeres que hacen su metamorfosis de crisálida a mariposa tan solo para vengarse de un desengaño. Mis respetos.
    A esas mujeres que despliegan sus alas cada noche obligadas a cubrir  las necesidades de un hijo. Mis respetos
    A esas mujeres que decidieron volar de noche llevadas por sus  propias decisiones y placeres. Mis respetos.
    A todas esas mujeres, en general, que, por estas o diferentes razones trabajan en bares nocturnos, Vaya mi reconocimiento por la infinidad de veces que han prestado su oído para escuchar al atormentado, su mano para confortar al triste, su risa para alegrar una amargura y por último su cuerpo, donde muchos encontraron, quizás,  su único refugio.
      Y por si acaso, al leer estas páginas, alguna de ellas se reconoce a si misma o a alguna de sus compañeras, sepa que por razones obvias he cambiado todos los nombres. Pero todo lo demás no es simple casualidad.

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8 Capitulo - Mariposas de la noche


CARNAVAL DE VENECIA

No es mi intención en esta serie de cuentos juzgar a ninguna de las mujeres que se ganan la vida en los boliches nocturnos. Nada más lejos de mí. He conocido a muchas de ellas y con algunas he cultivado fuertes amistades. Me han relatado sus historias. He vivido sus dramas. Compartido sus risas y me he conmovido con sus llantos. Guardo por todas y por cada una un profundo respeto. Más allá del oficio que ejercen, cada una de ellas pertenecen a una familia, donde cumplen sus papeles de hijas, hermanas o esposas de alguien, y muchas responden a la difícil tarea de ser madres.




   No todas las chicas hacen “salidas” desde el boliche hacia el hotel alojamiento. Algunas simplemente recaban sus honorarios del cobro del porcentaje del total de copas conseguidas. Pero aquellas que si lo hacen, mantienen bien en firme el propósito de separar su oficio de la persona que son. Procuran que nunca esos dos mundos en los que habitan se mesclen. Este es uno de los propósitos de no trabajar con su propio nombre. Por esto, cada una, a su manera, tiene escondido dentro del amplio guardarropa de su vida. Las prendas de un personaje misterioso que al vestirlas les entrega no solo su apodo o alias, sino que se adueña de ellas, caminando con sus pasos, elaborando sus ademanes, facilitando su risa y colocando gotas de miel sobre los tonos de su voces. De esta manera llegan a sentirse fuertes y en total control de sus nocturnos actos. Pero lo que en verdad consiguen al enmascararse de esta manera, es poder escapar de la censura de sí mismas, ocultando bajo las cristalinas aguas de sus risas cada uno de los miedos que la acometen y acallando en el borde acristalado de las copas, que consumen, los desesperados gritos de su dolor.

    Silvia era una de ellas. Y algo más. Sus ojos y sonrisas prometían escondidos secretos a develar. El movimiento mecido de sus cabellos derrochaba en dorado, como maduras mieses acunadas al vaivén de los vientos, en adormecidos trigales, mientras las mariposas de sus manos dibujaban sus extravagantes vuelos bajo el sol. 
   
    Hacia pocas salidas, no porque no fuera requerida, por el contrario, era una de las mas pretendidas por los hombres. Sucedía que aparte de ser una de las más caras, ella elegía a su gusto con quien salir. Disfrutaba de actuar así. Se sentía por sobre ellos como subida en un pedestal. Inalcanzable, deseada. Miraba con cierto despecho a todos, mientras todos, a la vez, la deseaban. En la consigna de que… “La difícil es la que cuenta”… el personaje que asumía, por las noches, se adueñaba de ella totalmente y la convertía en toda una reina de la amazonia sentada en su trono eligiendo, al final de cada noche, a alguno de sus exaltados cortesanos, para sus efímeros e indiferentes encuentros.

     Para esto, en su casa, dejaba abandonado y desnudo sobre el piso, en un costado de su dormitorio, a su propio ser. Mientras lentamente se calzaba sobre el cuerpo unas cortas enaguas tejidas con concupiscencia. Coloridos vestidos  bordados de voluptuosidad. Y unas altas y llamativas botas para que cumplieran el cometido de alejarla del suelo y no sentir, bajo sus pies, ningún atisbo de la realidad. Como último detalle de este atuendo, mirándose al espejo y con una sonrisa, se colocaba un antifaz que ella misma había confeccionado con las más grandes dosis de indiferencia e insensibilidad. Y así, dejaba de ser ella, para ser otra persona la que concurriera a trabajar, escondiendo su verdadero rostro debajo de inventadas máscaras, como un personaje más de un veneciano carnaval.


   La música inventaba invisibles espirales en el centro del salón invitando a bailar a las risas y voces que permanecían circundantes en espera de la pieza preferida. La poca luz del salón recortaba, en negro sobre las paredes, las siluetas de los presentes, en posturas tan grotescas como absurdas semejantes a títeres dislocados por la acción de enredados hilos.

   Silvia al regreso de una de esas salidas, delató la  desesperación de sus pasos, en corrida hacia los vestuarios, lo que puso en alerta a varias de sus compañeras, quienes corrieron también detrás de ella.
   Ante la interrogación de las demás, con palabras entrecortadas por la dificultad del llanto, pudo explicar que le sucedía. Así, sus amigas se enteraron, que esa noche, en el transcurso del reciente encuentro de intercambio de sexo por dinero, su cuerpo la traicionó obligando al personaje que la habitaba a dejar de lado los ropajes con que ella se ocultaba y defendía. Y en un momento único de agravada debilidad, sujeta por unos poderosos brazos y bajo las amorosas embestidas de quien la poseía., se descubrió a sí misma indefensa y abandonada, y arrastrada de pronto a un arrebato de pasión que la llevó hacia los profundos abismos del éxtasis, desde donde regresó envuelta en un fuego tan abrazador que para extinguirlo tuvo que recurrir al auxilio de un par de solitarias y saladas lágrimas.

   Desde esa noche y por este hecho, ella, nunca más regresó a trabajar.

   Todavía hoy, permanece pisoteado y sucio, en el piso del boliche, el puñado aquel de indiferencia, con el que Silvia se disfrazaba, totalmente ignorante de su abandono persistiendo en mantener la inútil y caprichosa forma de un antifaz.

                                                                  NIDAEL DORÉ


Continuara...
Proximo capítulo el Domingo 1 de Mayo de 2011


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