Relatos sin voces

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1.- AL PASAR DE LOS AÑOS. Relato






1.-"Al pasar de los Años"
                         Relato de Nidael Doré


A Liliana y al feliz recuerdo que tiene de sus padres.






El día que había amanecido nublado,
colaba a sus grises a través de las rendijas de las ventanas.
Volcando un derretido estaño
dentro de los ambientes del pequeño departamento.
Esto hizo que todo fuera gris esa mañana:
Fueron grises los pasos con que Dolores acompañó
el acostumbrado mate desde la hornalla a la cama.
Fue gris el despertar de Guillermo que otra vez no se sentía bien.
Fueron grises también las palabras conque ella recriminó
Su falta de voluntad para ir a trabajar.
Y fue gris el -¡Hasta luego!- que los separó en la puerta.


Ella pasó el resto del día sumergida en sus cotidianas tareas,
con una sombra también gris creciendo en su corazón.
Pensó que estaba mal...
el que hubiera insistido en que fuera a trabajar.
El asma que acompañaba a Guillermo, por mucho tiempo,
Había logrado enfermar a su corazón.
Y últimamente era común que no se sintiera bien
Sintió remordimiento...


Fue al acomodar pequeñas cosas en los cajones
que sus manos involuntariamente
tomaron el abultado paquete de cartas.
No era necesario que las abriera para leerlas.
Conocía muy bien el contenido de cada una...
Esa letra manuscrita...
Apresurada...
Con el trazo irregular escapando a los renglones.
Pero tan llena de simpleza y cargada de sentimientos.
Su falta de ortografía escribiendo "avia" por "había"
-Suena igual- Se disculpaba él.
Las palabras...
Simples palabras que le hablaban de amor.
Las mismas viejas y conocidas palabras
que la acompañaron en momentos de flaqueza,
como el de hoy en que su entusiasmo se asfixiaba
Bajo el aire enviciado de la monotonía.


A lo largo del día repasó
lo más ordenadamente posible las postales de sus recuerdos
Como se conocieron...
El noviazgo...
El casamiento...
La alegría del nacimiento de su única hija.
Su caminar junto por las calles...
Sus celos si lo veían bailar con otra.
El llamarlo a la cama cuando el se desvelaba
curioseando en las noches por las ventanas.
Esos almuerzos compartidos en bocados de un solo tenedor
Y tantas otras cosas pequeñas pero lindas
que fueron llenando su vida.




Liliana con tres añitos y sus padres






Hecho el repaso Dolores pensó
En que hay amores que son:
violentos como esas tempestades que provocan los diluvios,
Fuertes como las lluvias que arrecian en los torrentes,
Suaves como las lloviznas que acarician lo arroyos,
Y que hay otros...
de los que nadie habla o escribe.
Como el de ellos...
que son mansos, tan mansos como esas aguas
contenidas, serenas y silenciosas 
que se mecen en tranquilos lagos, inmutables y perdurables.
Que a pesar de recibir 
las distintas tempestades, lluvias y lloviznas...
Están...siempre están,
aún, al pasar de los años.


Afuera llovía cuando la tarde
entregaba a la noche los estertores de sus grises.
Ella, con el paraguas en la mano,
como siempre que llovió.
Fue a esperarlo al regreso del trabajo.
Al verlo llegar se encendió en sus labios
una sonrisa que brillaba al calor del amor que sentía.
Como un sol ardiendo en su corazón.


Los años pasaron...
El tiempo, tan desvanecedor de amores,
no pudo con el de ellos que siguió inalterable,
cargado de serenidad y mansedumbre.
Es más, se fue llenando con muchas otras cosas
cotidianas y simples
Como el mirar la televisión sin conversar,
pero con plena conciencia de la presencia del otro.
Ese roce entre sus manos 
al  pasar el cubilete al jugar a la generala.
El mirarse entre sonrisas en el corte de un chinchón.
Y las largas conversaciones
preocupados por su hija que ya era una muchacha.


Hasta el día en que él se fue...


Un mediodía sucedió lo que ella anticipaba que sucedería,
pero que no quería que sucediera.
El corazón de Guillermo se detuvo.
Fue así nomás, así de rápido.
Como una caña que se quiebra...
Como un fósforo que se apaga...
Mejor así...no sufrió.


Pero Dolores si sufrió.
Aunque mostró fuerzas para salir adelante.
al principio se preocupó
con ciertas muestras de apuro en ver casada a su hija
En la sana intención 
de llenar la falta de su padre entregándola a un marido.


Tiempo después 
tendría dos nuevas ocupaciones con la llegada de sus nietas.
Primero Romina...
Y después Melina.


Romina y Melina










Tuvo para ellas muchas compras con regalos.
Caprichosos caramelos al leerles sus cuentos por las noches.
El leer y releer...
alguna de esas cartas con el amor que había perdido.
deteniendo entre sus ojos a las lágrimas del llanto.


Un mal día...
comenzó a entregarse...
De a poco se fue encerrando en su casa.
Después en su habitación
Luego en sus cartas...
Y después en el aislamiento de si misma.


-El día que me vaya...quiero a mis cartas. -
Le había dicho a su hija haciéndole prometer que cumpliría




Liliana cumplió su promesa...
Al velarla... hubo duelo...
hubo flores...
hubo llantos...
Y el paquete con sus cartas 
acompañándola en su viaje, hasta donde fuese que él estaba.
Para decirle al llegar:






-¿Ves?, ¡Todavía las tengo!.-
Mostrándole esas cartas 
con su letra desprolija y su falta de ortografía.
Como prueba de ese amor...
resistiéndolo al tiempo en las palmas de su mano.
                                 
                                 *****
NOTA: Esta historia, pedazo por pedazo
es relato de Liliana que al hablar sobre sus padres
siempre se interrumpe con la voz enronquecida
y sus ojos arrasados por las lágrimas
El discurso y contenido 
solo acuden en función del armado de la historia.


                                                                        NIDAEL DORÉ
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