sábado, 17 de diciembre de 2011

SOLITARIOS ANDENES

Hola de nuevo siguiendo con la iniciativa de contar historias que ustedes me acerquen para relatar hoy le toca el turno a Marta Sin Más  del blog "Y sin embargo sigo soñando"


Espero les guste...

Nota: Para quienes quieran acercar una historia les dejo mi correo

nidaeldore@hotmail.com



SOLITARIOS ANDENES


Hace ya un tiempo leí una reflexión sobre la vida que considero valiosa insertar en esta historia, la misma decía que: “La vida es como un viaje en tren. Con estaciones y muchos cambios de vías, algunos accidentes, en algunos casos sorpresas agradables, y profundas tristezas en otros. Subimos a nuestro  tren y encontramos a nuestros padres y familia.  Amigos y conocidos subirán más adelante en las distintas estaciones. Pero no todos hacen completo nuestro viaje, unos bajan antes y otros después. Muchos al bajar dejan fuertes e imborrables momentos, algunos otros pasan por allí de tal manera que cuando desocupan sus asientos nadie percibe sus ausencias. Este viaje está lleno de sueños, fantasías, amores, llegadas y partidas y tiene una sola dirección es un viaje de ida”.

Marta, Sentada en su asiento recreaba sus momentos vividos en una  sucesión de imágenes proyectada por los recuerdos en la pantalla de su memoria. En un conjugado se  le mostraban: Su niñez, el colegio, su juventud, la felicidad que le trajeron sus hijos, el final de su desgastado matrimonio y luego, como si se hubiera cortado la película y esta saltase dentro de su carrete, solo veía una sobre posición constante de cuadros vacios y en soledad. Así se sentía: Sola.
Un día para alegrarse un poco las horas, sentada frente a su computadora, comenzó a chatear. Conoció, así,  mucha gente linda que llego con nuevos pinceles para pintarle sonrisas en su cara. Y de apoco, recordó lo que era reír y nuevamente soñar. Porque aparte de lo amigos virtuales y reales que cosechaba, lo había conocido a él:

En una quedada organizada en Barcelona quien se sentaba enfrente suyo le entabló una amable conversación haciéndole olvidar de las otras treinta personas que compartían ese encuentro.  Más tarde bailaron e intercambiaron teléfonos y e-mail. Desde el día siguiente, en más, solo existiría el Messenger en la vida de Marta. Dando comienzo a un enamoramiento que, poco a poco, creció con un apetito tan voraz que luego de consumirse las horas libres del día, en la computadora, iba por las de las noches también.

Un fin de semana al atender su móvil escucho su voz que le decía:

-Me he comprado una moto y quiero mostrártela. Dime dónde vives... Estoy aquí en Andorra.

-Dime dónde está tú y en diez minutos estoy ahí – Contestó, Marta, entusiasmada.

Y allí comenzó una espiral de felicidad donde los dos vieron sus días colmados de cabellos al viento y roncos rugidos de moto devorando caminos de cinta asfáltica y escribiendo poemas por las noches, sobre la piel del otro, para borrarlos luego con las primeras luces del alba.

Pero, quizás fue la excesiva velocidad con que vivieron ese amor, o quizás porque la vida es así o porque nada…  que vieron, de pronto, el apagar de su llama. Así como empezó, terminó. Un mal día se fue y no supo, de él, más nada.

Al día de hoy Marta guarda un buen recuerdo de ese amor. Al punto de seguir escribiendo poemas (Que no son otra cosa que la intención de dar forma material a sus deseos) donde se sostiene aún ansiosa y trémula su palabra:

“Cada momento en la vida tiene su banda sonora, esa melodía que te lleva a esas tardes de recorrer kilómetros sin rumbo fijo, solos, tu y yo, el rugido de la moto y las estrellas contemplándonos. No nos hacía falta más nada…”

En algún momento Marta se bajó del tren para esperar cual Penélope el próximo convoy que transite por la misma vía. Mantiene la ilusión de que aquél pasajero que compartió viaje en ese tramo tan feliz de su vida. Compre un nuevo pasaje y llegue hasta ella, para arrancarle con besos las soledades del alma que crecen como las malezas entre las grietas musgosas de los maderos de ese mismo viejo andén donde permanece con la vista en el horizonte y sosteniendo en sus manos, como único equipaje, un pequeño bolso colmado de esperanza. 


Video relacionado: Penélope - Diego Torres
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