LLANTOS EN LAS CALZADAS
Lo vio irse…
Vio cómo su figura se alejaba cinglando sus hombros como
un barco de pesca que abandona el alta mar, para regresar a puerto al final de
su jornada, vencido, sin peces y con sus
redes enredadas.
No hubo “tal veces” ni “quizás” como respuestas. Solo un “imposible”
que le estalló en la cara como un guante bofeteando a duelo y allá iba… a enfrentarse
a su hora más oscura, en el centro de una plaza, para sentarse a solas sobre
las alfajías de madera de un banco, sosteniendo entre sus brazos temblorosos el
cuerpo malherido de su alma.
Vanessa cerró la puerta, sosteniendo, aún entre sus manos,
el arreglado ramo de rosas del fracasado pretendiente que le agasajaba. Su decisión
no era al azar sino que una fuerte razón la guiaba: Él tenía una relación de
pareja y de nada servían sus promesas de abandonarla. Ella no sostendría su felicidad sobre la
desdicha de otros y por sobre todo no abandonaría nunca aquellos principios con
los que fue educada.
Por eso dejó que se fuera
Y lo vio irse…
Como se van los pájaros achicándose en el horizonte al
batir de sus alas.
Como se va el sol que los persigue y se esconde a la
espera de un nuevo mañana.
Por eso dejó que se fuera.
Y lo vio irse…
Como se van las estrellas abandonando a los poetas en cada entrada del alba.
Como se va la lluvia escurriendo llantos en el ángulo recto
de las calzadas.
Simplemente desnudó las rosas, despojándolas de su
envoltorio, para colocarlas en un jarrón con agua y trasladó la tarjeta, que las acompañaba,
a una perdida gaveta donde dormiría el más largo de los olvidos junto a dos
entradas de cine, un boleto capicúa y un pañuelo con iniciales bordadas.
Fue entonces que Vanessa advirtió sorprendida que algo se
había roto en su corazón y que en sus mejillas corrían sendos ríos cristalinos de
lágrimas…
Alejandra Guzmán – Ten cuidado con el corazón
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