sábado, 2 de junio de 2012

AMOR DE LEJOS


Queridos amigos: Todos saben que es mi costumbre acompañar mis historias con videos musicales por lo que al publicar cada entrada realizo búsquedas para estos con resultados muy variados y, muchas veces, con más o menos acierto. Pero hay ocasiones especiales como es el caso al pie de esta entrada que el resultado de la búsqueda me sorprende. presento en la voz de un gran artista de mi país el contenido de un poema de Rafael de Leon que hace mucho tiempo ha trascendido nuestras fronteras. Doblemente recomiendo después de leer el relato apagar el reproductor de la página situado a la derecha del blog y subir el volumen de los parlantes para este poema hecho canción que estoy seguro disfrutaran enormemente.

AMOR DE LEJOS


Acallaronse los pasos cuando todos hubieron tomado asiento.

Un sermón encendido daba loas sobre el matrimonio defendiendo el vínculo de familia  y su coheso. Y las palabras llovían, desde el púlpito, como lágrimas de nubes en plena tormenta, llorando desde el cielo...

Y Gabriela se estremecía ante la cercanía del hombre que amaba, a muy pocas bancas delante de ella, pero separados al fin, durante estas misas de domingo en la iglesia del pueblo.

Tan solo tres filas la distanciaban. Tres largas bancas de madera gastada por el uso y re-uso de continuas liturgias y credo.

Permanecía, lo que durase, mirando esa nuca de lacios cabellos en la cabeza esbelta, de mecerse leves, sobre un barco de hombros varoniles e inquietos. Esperaba quizás una mirada de disimulado soslayo o el relámpago brillante de un fugaz ojeo.

Pero, si al acaso, fuera su mujer, quien volteara la vista, atardecía en sus mejillas y entre los rojos horizontes soltaba anclas el velero de su vergüenza arrastrando con ellas a sus apocados párpados a morir junto a sus pies, en el suelo.

Tan solo tres bancas la separaban. Tan solo tres pasos sobre el embaldosado de un  piso en damero. Tan cerca de él y sin embargo… tan lejos.

¿Hay alguna forma de acallar amores? De lograr que un corazón hecho fuego se redirija hacia otra persona que posea más libertad de deseos. O está bien el permitirse sentir algo por alguien aunque ese alguien tenga dueña o dueño y ser arrebatado en ese mar de pasiones que nos empuja, una y otra vez, en el oleaje, contra las afiladas rocas que esperan hambrientas para destrozar nuestros intentos de alcanzar el amor y sus pretendidas playas sobre un indefenso madero.

Y en cada final de misa se levantaba con prisa para ser de las primeras en ganar la puerta y alejarse bajo, sin que importara el estado del día, los encapotados azules del cielo…

Pero hoy fue distinto, Gabriela, al salir de la iglesia no pudo contener sus ansias y al reconocer, en un niño, la cara del hombre que amaba alzó a éste del suelo y con humedecidos ojos frunció la flor de su boca y dejó volar hacia esa tierna mejilla la roja marca de la mariposa de un beso.


Mario Alvarez Quiroga – Penas y alegrías del amor
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