COMO UN GORRIÓN...
Esta historia es un pequeño homenaje a Brenda una de mis
seguidoras por su permanencia en el tiempo visitando mi blog y comentando.
La sugerencia de un amor en su vida es un permiso de mi
libertad al escribirla y corresponde a mi imaginación. Nunca, en ninguna
comunicación conmigo me dejó entrever que lo tuviera.
Como simple picardía de mi parte he escondido el nombre
de su blog dentro del relato. Simplemente deseo que este texto sea de su agrado
pues lo estará conociendo al mismo tiempo que ustedes.
COMO UN GORRIÓN...
La pequeña muchacha iba, dibujando garabatos ilegibles con
la tiza de sus pasos sobre el pizarrón de las veredas…
Un par de botas de cuero escondían el bajo de sus jeans
azules quienes, a su vez, atrapaban la camisa a cuadros encimada por una
campera. Sus cabellos oscuros le caían ensortijados, a ambos lados de la cara,
como serpentinas lanzadas en el auge de una fiesta. Una fiesta a la que asistieron sus ojos. Curiosos
de todo lo que ven. Ojos grandes como los que enlucen la portada de algún manga
japonés.
Brenda acomodó el bolso que llevaba al hombro y sujetó
con fuerza el liado de libros contra su pecho para cruzar la calzada. Libros que
la acompañaban cotidianamente para sus estudios. Libros, culpables ellos
siempre de sus urgencias y de sus tardanzas, que imponían sus horas de solitarias
veladas y quemadas pestañas.
Transitó entre la gente hasta llegar a su casa. En el
dormitorio, arrojó los libros sobre la cama y se sentó frente a su ordenador
para revisar y contestar los mensajes de sus redes sociales. Sonrió, frente a uno
de ellos, realizando su acostumbrado mohín en el lado derecho de la comisura de
sus labios que le dibujó simpáticos hoyuelos sobre su cara y, corriendo como
llegó, se aprestó a salir. Los Beatles se miraron, entre ellos, sorprendidos
dentro de un poster en la pared y un Patricio almohadonado le preguntó a un
peluche del oso Pooh
- ¿Adónde irá? -
De nuevo su apurar entre la gente… De nuevo la gracilidad
de su andar…Los semáforos que la saludan cíclopes de color, cambiando sus
verdes en rojo para obligar a los vehículos a que admiren su pasar. Mientras inútilmente las vidrieras intentan vanamente
atrapar tan esquivo maniquí, entre sus vidrios espejados.
Una puerta abrió cerrojos… Un - ¡Hola! - ¡Hola! - Al saludar…Y al cerrarse la puerta... deberíamos imaginar
un largo y amoroso beso, de esos que arrugan al corazón como se arruga un papel
frágil entre las manos del tiempo.
La visita duró… Lo que alcanza la descarga de una película…
lo que dura la reproducción de unos Cds… apenas lo que tarda la tarde en caer: lo
que demora en su traza el sol al acostarse entre las sábanas naranjas tendidas sobre el horizonte y nada más… No tiene tiempo para el amor… Ahora no… Ahora
tiene que estudiar.
De vuelta ganó la calle urgiendo entre la gente… pequeña…
escurridiza…
Brenda es así. Con sus grandes ojos de manga y sus
rastros de tizas entre los pies, como un gorrión que no quiere jaulas e insiste
en ser libre y anda con pequeños saltitos jugando rayuelas sobre las veredas mientras
picotea migajas de la vida al azar.
Muchacha ojos de papel – Luis Alberto Spinetta
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