sábado, 19 de noviembre de 2011

Recuerdos imborrables


¡Hola a todos! Bienvenidos a mis historias de amor. Como la mayoría sabrá estoy estrenando como nueva modalidad el que sean ustedes los blogger@s quienes me cuenten algo y yo les escribo una historia.

Este proyecto me tiene muy entusiasmado porque en cada visita que hago en otros blogs me encuentro casi siempre los mismos nombres en los comentarios.

Esto me ha hecho formarme la teoría que dentro de los miles de blogs que hay en red hay grupos que se mueve como los pájaros al volar en bandada, donde va uno van todos, así el nuestro, y esto es un concepto pleno de comunidad. Y gracias a ustedes que me han cobijado y alentado me siento miembro de esa comunidad.

Así que devuelvo en parte su aceptación y cariño escribiendo. Ya son varias las historias que me han enviado y por ello agradezco la confianza depositada en mí. Si alguien quiere participar escríbanme a nidaeldore@hotmail.com y entraremos en contacto.

Hoy, me toca publicar un relato que aparte de ser una historia de amor es también una lección de vida. La misma fue cedida por Estrella de Campoamor del blog


Quien dice de sí misma:

Mis poemas, mis historias, solo son sentimientos y pensamientos escritos por una mano, que no pretende ser lo que no es. No soy escritora ni poeta, solo quiero compartir con vosotros una parte de mi…

Quedan invitados a conocerla…

RECUERDOS IMBORRABLES


A mitad de sus tareas hogareñas, Estrella se sobresalto ante el insistente llamado del teléfono. Después de atender la llamada. Todo fue un caos:

La acentuada lividez de su rostro… Las preguntas a  borbotones desde su boca sin respuestas que las contengan… El sin sentido… El miedo… Y el automóvil que la recogió en su casa para llevarla, diligente, hasta la puerta del hospital.

Amablemente los médicos le explicaron la gravedad del accidente que había sufrido su novio. Cómo éste había salvado su vida de milagro y que pudo haber quedado paralitico. Pero que su única gravedad era una acentuada amnesia que le impedía recordar nada, ni a nadie.

El desasosiego marcó, ese día y todos los días, los pasos de Estrella sobre las blancas baldosas de los blancos pasillos del blanco hospital. Donde el ir y venir de cubrepiés, guardapolvos y cofias, también blancos, le recordaban el otro blanco, flotando en la memoria de su ser querido, provocando su penar.

¡Con cuánto dolor¡…Estrella

Pronunció te quieros para el silencio...

               Se miró en esos ojos vacios de dar…

                              Rozó con sus dedos esa boca yerta...

                                             Y escondió lágrimas para no llorar…

Un buen día que llegaba ajustada al horario de visita la asistente de sala la llamo a su escritorio por una documentación. Al verla removerse con nerviosismo en su asiento, mirando la hora, le preguntó:

-¿Por qué el apuro? Si él no se acuerda de nada y tampoco la reconoce a usted. Sin embargo, la veo llegar todos los días a cumplir su visita. Si acaso faltara hoy o mañana le aseguro que ni siquiera se daría cuenta…

A lo que Estrella respondió: 

-“¡Sí!... ¡Puede que tenga usted razón!...El no sabe quién soy yo… Pero, yo sí, sé muy bien quién es él y que significa para mí y por eso no puedo faltar…” *

La asistente la miró mientras marchaba hacia la habitación y no pudo evitar, que anidara en sus ojos la perla de una lágrima. Mientras deseaba un amor así para su vida y que ojalá le llegara hoy, o en un cercano mañana.

De pronto… Estrella despertó. Sobresaltada y sudorosa en la cama… comprendiendo que nada había pasado, que todo no fue más que un mal sueño. Una maldita pesadilla que seguía allí, destemplando sus manos que no paraban de temblar.

Cuando contó, después, el episodio a su novio este la tranquilizó diciendo que eso nunca podría pasar.
Y pasar… Pasaron los años… Ellos se casaron y vivieron felices uno para el otro. Hasta que un día…

A mitad de sus tareas hogareñas, Estrella, se sobresalto ante el insistente llamado del teléfono. Después de atender la llamada. Todo fue un caos:

La acentuada lividez de su rostro… Las preguntas a  borbotones desde su boca sin respuestas que las contengan… El sin sentido… El miedo… Y el automóvil que la recogió en su casa para llevarla, diligente, hasta la puerta del hospital.

Amablemente los médicos le explicaron la gravedad del accidente que había sufrido su marido. Como había salvado su vida de milagro. Operario de una empresa de montajes eléctricos. El palo al que estaba subido se quebró por su base haciendo que cayera desde unos 8 metros de altura y golpeara el piso con su espalda, esto sumado a una fractura de pelvis y el aplastamiento de varias vertebras al final de su columna le impedían caminar.

Se le presentaron, entonces, aquellos blancos de sus pesadillas, baldosas, pasillos, guardapolvos y demás, Convirtiéndose en las malditas sabanas, tendidas al lecho, donde un macabro destino descansa su impiedad.

Pero, él recordaba…  

Y como recordaba, su memoria empezó a guardar, desde ese día,  cada momento de esfuerzo para volver a caminar y así entre cansadores ejercicios, en muchos meses de rehabilitación, dejo atrás la silla de ruedas y un tiempo después las muletas. Y con esos primeros pasos siguió construyendo, junto a ella, un altar de amor y perseverancia que aún perdura al día de hoy. Y aunque el accidente le dejó una sería discapacidad continua trabajando en aquello que pueda hacer para sostener a su familia. Y ella se enorgullece del hombre que tiene a su lado, a quien ama con verdadero amor.

“Porque el verdadero amor es la aceptación de todo lo que el otro es, de lo que ha sido, lo que será y de lo que ya nunca podrá ser.” *

¡Cuán agradecida!…Estrella…

Recibe de vuelta ansiados te quieros...

               Y de los ojos de él el suave mirar...

                              Sus labios besan esa boca alerta...

                                             Y le acuden lágrimas para llorar…
...

*Incrustación adaptada de un relato anónimo que circula en la web


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