sábado, 24 de diciembre de 2011

ARENAS AL VIENTO



Hoy me toca publicar una historia cedida por Paco adimistrador del Blog: "El blog de fus"


http://elblogdefus.blogspot.com/

A quien agradezco su confianza y gentileza por participar en esta iniciativa que ayuda a sentirnos más cerca entre nosotros.



Para quien quiera enviar un extracto de una historia para escribir y compartir. Aquí mi correo:


Nidaeldore@hotmail.com


¡Feliz Navidad! Para todos...


ARENAS AL VIENTO



Cuando se forma una tormenta de arena, en el desierto del Sahara, lo hace desde una suave brisa, apenas un pequeño soplo de aire rompiendo en su derredor la más absoluta calma. Distintas circunstancias como el sol, las altas temperaturas y una humedad baja le dan fecundidad y útero para que nazca.

Cada pizca de arena, cada miaja de sílice, cada mota de polvo que será parte de la tormenta comienza su odisea en ese mismo instante. Justo antes de ser arrebatada, se estremece ante el destino incierto que presagia, totalmente ajena a su propia voluntad y entregada al capricho del viento:  trepida, salta, vuela, cae, se ensuela y es nuevamente levantada.

A su paso por el desierto y en pleno auge de las grandes nubes de polvo que se levantan, empujadas por el hamsin, avanzan:

Las dunas, desaparecen y aparecen, se deforman y forman, se liman y gastan.

 Se cierran y enrollan, desclavijadas, las tiendas de lona de las caravanas.

Las mujeres esconden su rostro detrás de los hiyabs y los hombres reacomodan sus hattas protegiéndose la cara.

Los camellos enfrentan con sus lomos el viento, obturando las fosas nasales y cada uno de los tres parpados que resguardan su mirada.

Mientras, periféricas a los oasis, inclinadas palmeras,  eternas centinelas de la nada, se someten a la fuerza de los vientos, sacudiendo sus penachos, en una danza tormentosa de arenisca y grava.

Esas grandes nubes de polvo ascienden alto, muy alto, y se trasladan. Viajan largas distancias, hasta otros continentes y lejanas comarcas, siendo  las artífices, en cierta época del año, de los hermosos atardeceres rojos con que se ven engalanados los horizontes de España.

Así, llegó Fátima, una joven procedente de Oran. Argelia, Un grano de arena suspendido en el viento que llegó y coloreó de amor el corazón de un muchachito de Málaga. España. Tenía Paco 16 años y ella 17. Ninguna diferencia para dos chicos que hurgaban en el libro de la vida, dando vuelta con con premura cada una de sus páginas.

Durante dos de los meses del verano del 70 ella visitaba a unos vecinos que él mismo frecuentaba. Fue un amor a primera vista, no requirió de cosas extraordinarias. Ni siquiera intimidades. Les sobraron los besos. Les sobraron las caricias. Alcanzaron las palabras cabalgando entre miradas. Pero, que supo dejar huella, una huella que perduraría en el tiempo, aunque se viera diluido el momento justo en que ocurrió su pisada.

Paco caminaba tomado de la mano de esa muchacha que lucía: Una piel bronceada entre palmeras. La noche en sus cabellos. Dátiles en su boca y almendras en la mirada. Pasaban los días juntos. Hablaban, reían… ella de su acento español y el de su voz afrancesada. Llegados los fines de semana montaban en pandillas para visitar discotecas hasta la madrugada.

Pero, un día ella se fue…tan rápido como llegó…como nace y muere una tormenta en el Sahara. Desde su patria, hubo cartas de puño y letra, con te quieros, con nostalgias, y más tarde: Un absoluto silencio. Lastimando, hiriendo, con su filo de navaja. Quedo, Paco, sin correo, sin esquelas, sin avisos, sin noticias, solamente con su ilusión muriéndo, entre sus manos, acongojada.

Fueron sus vecinos quienes le contaron que contraería matrimonio, obligada, como es costumbre en esos países, a la potestad de sus padres, con un señor, mayor que ella, de unos 60 años, exitoso comerciante, y que de Oran a Adrad se la llevaba.

Paco, ya con 17, se atormento de su desgracia… ¿Cómo poder regresar, a tiempos felices, para romper todos los relojes y esconder las piezas en una caja? O ¿Cómo alcanzar la vida que, como caravana de mercaderes, se nos aleja de prisa y el rezago nos encuentra sin camellares, ni caballadas? Simplemente metió dentro de su corazón el recuerdo de ese amor y lo encerró bajo siete puertas, sin llaves y sin aldabas.

Vayan estas palabras al recuerdo de Fátima, una pizca de arena atrapada en en  la  tormenta, donde el Hasim, igual que el destino, ignora voluntades y desoye sentimientos, sin importarle nada de nada. Pero que supo a su paso por España colorear de amor el corazón de un muchachito de Málaga. Al punto que hasta hoy, 41 años después, al compartir con nosotros esta historia,  da muestras de que nunca habrá de olvidarla.

***

Nota: Pasado el tiempo Paco recibió una mala noticia. Fátima había muerto, y lo que es peor, por la propia mano de su marido en un uroxidio por celos sin explicaciones, que asombra y perpleja. Porque a pesar de que alguien quisiera aclararlo jamás lo entenderíamos y tan solo se agravaría la sensación de dolor que, de solo imaginarlo, nos escuece la garganta.

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